28 nov 2008

CEREMONIA DEL TE

Los japoneses nunca aceptaron por completo la leyenda del descubrimiento del té por el emperador Sen Nong. Para ellos los secretos del té fueron traídos en el año 520 desde la India a China por Bodhidharma (o Daurama, como se le conoce en Japón). Se dice que al llegar a Cantón le ofrecieron a Bodhidarma una celda en un templo de las montañas, cerca de la capital del emperador chino Liang Wu Ti. Bodhidharma hizo votos de permanecer nueve años despiertos y meditando; sin embargo, pocos años después el sueño le rindió.

Al despertar, disgustado por su debilidad, se arrancó los parpados y furioso, los arrojó al suelo. Muy pronto en el lugar donde habían caído los ensangrentados párpados nació una planta, como testimonio tanto de la debilidad como del sacrificio de Bodhidharma. Por ello, los monjes Zen recomiendan masticar las hojas en forma de párpado de dicha planta, a fin de mantenerse alerta durante la meditación.

En la historia de Japón consta que en el año 729 D.C., el emperador Shomu sirvió té a cien monjes budistas en su palacio. Puesto que entonces no se cultivaba té en Japón, las hojas debían proceder de China. Se cree que las primeras semillas para cultivo las llevó Dengyo Daishi, un monje que estuvo estudiando en China y que a su vuelta las plantó en las tierras del monasterio.

Cinco años después, sirvió una infusión elaborada con té de sus primeras plantaciones al emperador Saga, a quien, al parecer, le gustó tanto que ordenó que se cultivase té en cinco provincias cercanas a la capital. Entre finales del siglo IX y el siglo XI, las relaciones entre China y Japón se deterioraron, con lo que el té dejó de ser apreciado y consumido en la Corte por tratarse de un producto chino. A principios del siglo XII, la situación entre las dos naciones mejoró y un monje japonés llamado Eisai fue el primero en visitar China.

De vuelta trajo consigo más semillas de té y la Nueva costumbre china de beber té verde en polvo. Así mismo, había comprendido las enseñanzas de la secta Rinzai del budismo Zen. El consumo del té y las creencias budistas fueron evolucionando de manera paralela y, mientras los rituales asociados con el té en la antigua China desaparecieron, los japoneses desarrollaron una ceremonia compleja y única. Todavía hoy en día la ceremonia japonesa del té, Cha-no-yu, implica un modelo definido de comportamiento diseñado para crear un silencioso interludio durante el cual el anfitrión y los huéspedes tratan de revitalizarse espiritualmente y alcanzar la armonía con el universo.

En 1906, Okakuro Kakuzo escribió en su Libro del Té que el "teísmo es un culto basado en la adoración de lo bello entre los hechos sórdidos de la existencia cotidiana. Inculca la pureza y la armonía, el misterio de la caridad mutua, el romanticismo del orden social". La ceremonia del té capta todos los elementos esenciales de la belleza artística y de la filosofía japonesa y combina cuatro ideas básicas: la armonía (con las personas y con la naturaleza), el respeto (por los demás), la pureza (de corazón y espíritu) y la tranquilidad. Tal como escribió Kakuzo, "el té es más que una idealización de la manera de beber: es una religión del arte de vivir".

La ceremonia, que puede durar hasta cuatro horas, se suele celebrar en casa, en una habitación especial destinada a tal efecto, o en lo que se conoce como una casa del té.

El arte de la ceremonia del té japonés es la armonía en donde la mente esta alerta pero en descanso, atención clara puesto que en el momento, toda la atención se enfoca en el presente saboreando los detalles sutiles de la ocasión: el sabor del té, el aroma del incienso, el sonido del batidor mientras en anfitrión mezcla las hebras del té verde (oshoyu) en una presentación espumosa.

Hay que apreciar la elegancia de los movimientos la comunicación silenciosa, la sencillez de la sala, la belleza y cada objeto relacionada con esta ceremonia. En la ceremonia del té nadie lleva reloj ya que se debe olvidar el tiempo y situarse en el presente teniendo una conciencia atenta y con respeto.

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